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Foto del escritor: VAALVAAL

Traza un camino y un horizonte compartido al que dirigirte.


Nos pasamos la vida buscando la felicidad en objetivos externos, cambiando las condiciones, consumiendo objetos y experiencias que nunca nos satisfacen y acaban hastiándonos. Pero ser felices y vivir una vida con sentido no es tan difícil, sin embargo como lo complicamos…




Hace mucho Freud dijo: “Alguien sano es aquel capaz de amar y trabajar, y es verdad que alguien sin salud psicológica, no puede realmente amar, amar de forma plena y desinteresada, y tampoco puede ser productivo; esto es, proyectarse al mundo de forma laboriosa.

La forma de volver a la gente mas sana y de hacerla mas fácil, podría pasar por enseñar o animar a centrarnos en dar a los demás con generosidad y a redirigirnos hacia una vida productiva.

Hoy en día hay muchas personas infelices porque no saben cortar con su actividad mental (sea por el problema que sea) y volver a conectarse con la vida, con todo lo que esta ofrece, con sentir el regalo que es estar aquí y ahora.



La falta de valores para la propia vida lleva a una existencia sin rumbo: cuando no se sabe hacia que puerto dirigirse no hay viento propicio.

Los principales pensamientos equivocados que gobiernan nuestra vida son: “Tengo que hacerlo todo bien” “la gente tiene que apreciarme y valorarme” “el pasado determina como nos sentimos en el futuro” o “es un desastre que las cosas no vayan como las he previsto que fueran”

En el origen de muchos problemas emocionales hay pensamientos negativos o distorsionados. Sin embargo, pueden surgir también con independencia de lo que uno piense, incluso aunque sea positivo o adaptativo, por ejemplo las victimas de abuso, accidentes, situaciones de estrés, etcétera, pueden sentirse muy mal aunque sus pensamientos sean por completo racionales o lógicos.

Una clave básica para entender una sociedad cuya dinámica y valores generan muchísima ansiedad, puede ser una respuesta sana o muy adaptativa de nuestro organismo, que nos sirve para advertirnos del peligro que representa continuar con la vida que estamos llevando. Lo primero es desdramatizar, creer (porque es verdad) que no estamos enfermos por tener ansiedad.

Sentirnos abatidos es una reacción completamente lógica y adaptada, mientras que creer que no deben afectarnos las pérdidas en ningún caso, si supone un problema. Otra cosa es que esos sentimientos se prolonguen en el tiempo y no se aplaquen después de pasados meses o años. La victimización puede ser irracional.

Debemos permitir a la vida que siga su curso, favorecer que los engranajes de nuestra existencia vuelvan a girar, y así, de forma natural, el abatimiento se ira pasando, esto implica volver a llevar una vida social, una vida laboral productiva y una vida personal activa.

Hay que reestructurar las creencias de la persona que la padece. La culpa es una emoción negativa e improductiva, pero hay que distinguir si la persona no ha tenido realmente ninguna responsabilidad en lo que ha pasado.

Si toda esa laboriosidad tiene que ver con los objetivos de la persona, con lo que realmente valora, aprecia y quiere, puede que la este aprovechando muy bien.

Si queremos aprovechar nuestra vida, tenemos primero que saber que queremos y luego apreciar si estamos haciendo algo coherente con esos objetivos.

¿Quieres aprovechar tu vida? Entonces aprende a decir no ante ciertas demandas (personales, familiares, laborales) sin perder de vista las prioridades.

Lo fácil sería recurrir a respuestas tópicas, esas de tipo: vivir al instante, disfrutar de cada momento mas que esperar grandes cosas, darse cuenta que solo existe el presente, etcétera, pero, es mas sensato pensar que por un lado hay que buscar un equilibrio entre programar el futuro (y eso puede implicar sacrificarse en el presente) y disfrutar también de las cosas que nos suceden ahora mismo. Por otro lado, gozar del ahora sin ninguna meta, sin ningún objetivo, puede resultar placentero, pero solo durante un tiempo.

La felicidad tiene varias dimensiones, al cabo de un tiempo, alguien que tiene posesiones materiales o goces sensoriales acaba hastiado, es decir, la felicidad no es solo placer, y tener objetivos vitales, cosas que nos hagan crecer y nos desarrollen personalmente, supone una vía mas segura para alcanzarla. La verdad sobre este tema se enuncio en un antiguo proverbio chino: “Si quieres ser feliz durante una hora, échate una siesta; si quieres ser feliz durante un día, vete a pescar; si quieres ser feliz durante un mes, cásate; si quieres ser feliz durante un año, hereda una fortuna; pero SI QUIERES SER FELIZ TODA LA VIDA, AYUDA A LOS DEMÁS”

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Foto del escritor: VAALVAAL


El momento de andar por ti propio camino hacia tus sueños es ahora





Todos hemos sentido alguna vez la necesidad de emprender otro camino. Ya sea a través de una ruptura total de nuestro estilo de vida o mediante el desarrollo de un sueño o un proyecto concreto. Sin embargo, no todo el mundo se lanza a la aventura; los miedos, los prejuicios y la falsa creencia de que no nos merecemos una vida feliz, cortan nuestras alas.


Cuando lo que vivimos no coincide con lo desearíamos vivir, o cuando nos lamentamos por la vida que podríamos haber tenido, debemos preguntarnos por qué?

Tal vez no hayamos instalado demasiado tiempo en la resignación y el conformismo, o quizás hayamos tomado lo exterior como referencia principal. En tales supuestos hemos dado prioridad a los valores y actos de otras personas y nos hemos sentido como hormigas, con muy poco poder. Esto no es extraño; estamos acostumbrados a ello. Desde nuestra mas tierna infancia nos hemos habituado a reprimirnos, fundamentalmente para evitar el rechazo del entorno.

Aprendemos a que hay que controlar nuestras emociones, estrangular muestra espontaneidad, con el fin de estar "integrados", no diferenciarnos, para ser apreciados.

En un momento dado, consideramos normal vivir evitando nuestros valores y talentos y nuestra capacidad para decidir que de tanto esconderla creemos no tener.

Así que nos acostumbramos a una vida sin sobresaltos, pero también sin estímulo, y admitimos que lo vivido es muy parecido a lo que nos queda por vivir.

En un momento dado, alguna circunstancia nos lleva a experimentar un ligero despertar.

Sentimos un sutil impulso que nos transporta mentalmente a un tipo de vida diferente, pero que solo seremos capaces de materializar si trabajamos sobre las barreras que nos han paralizado hasta entonces; nuestras creencias (mas heredadas que propias) y nuestras inseguridades.

Nos hemos olvidado de nosotros y hemos dado vía libre a un surtido de miedos que nos han ido deteniendo. Si deseamos liberarnos de ellos, antes hemos de reconocerlos y analizarlos, porque aquello de lo que huimos conlleva justo lo que necesitamos aprender para prosperar.


Las principales barreras que nos frenan son el victimismo, la sensación de estar incompletos, el perfeccionismo, la comparación y la desconfianza en el género humano.

El trabajo sobre ellas, desde el esfuerzo de la autoestima, es fundamental para llegar a ser quienes verdaderamente somos y vivir como queremos. Cuando atribuimos nuestras desgracias a las acciones de otras personas o a otras circunstancias, esa falta de compromiso personal es una elección: la de tomar la decisión de no mandar en nosotros. si además permanecemos pasivos, estamos tomando la decisión de abandonarnos.

Estamos tan acostumbrados a que nos digan lo que debemos o no hacer, que cuando estamos solos ante una decisión que puede dar un impulso a nuestra vida, nos acobardamos y la dejamos pasar. Sin embargo, todos nos hemos visto enfrentándonos a problemas de salud, económicos o de otra índole, en los que no disponíamos de tiempo para tener miedo. Desconfiamos de la corriente de vida y tratamos de hacer la parte que nos corresponde con tanta rigidez que no permitimos que los acontecimientos fluyan naturalmente. Sostenemos las riendas con miedo, tan severamente que no avanzamos, la búsqueda desesperada e inflexible de un fin implica, en la mayoría de los casos una linea de sabotaje que puede estar relacionada con la espera de reconocimiento exterior.




Cuando sufrimos por sentimiento de inferioridad con respecto a otros, nos engañamos, entramos en una escasez mental.

Mediante la autorrealización llegamos al respeto y la armonía de las relaciones, a la aceptación. De cualquier modo si en algún momento se hace insostenible la presión exterior a la que nos sentimos sometidos, es preciso aplicar la asertividad, es decir, actuar de forma coherente con nuestras aspiraciones.


La reiteración de pensamiento inútil supone un gasto energético ingente, que termina transformándose en negatividad. El fin de economizar pensamiento es dar menos importancia a lo que pensamos y mas a lo que somos: un gran caudal de sensaciones e ideas frescas que de otro modo se perderían en la confusión y en el sentimiento funesto de la vida.


La finalidad es mejorar como seres humanos y engrandecer el mundo desde el trabajo de nuestra consciencia.

De otro modo, la "maldad" (en forma de miedos y prejuicios) nos retrasa, desfigura y destruye. La bondad, la coraza mas elevada de lo intangible, la inteligencia suprema, nos hace bellos, y acoge todas esas actitudes amorosas y compasivas que proceden de la misma esencia del ser humano liberado.


El desapego (o la generosidad), la observación de nuestros pensamientos (o la meditación y la paz), la estancia en el presente (o la consciencia) y el sentido del humor (o esa amalgama de frescura, transparencia, inteligencia y originalidad), son algunas herramientas necesarias para llegar a una existencia acorde con nuestras expectativas.



Uno representa como ser humano, al resto de la humanidad, por tanto, si no nos gusta lo que vemos, lo mas sensato es empezar por cambiarlo en nosotros. Partimos de nuestro cambio, de la persecución de nuestro modo idóneo de vivir, comprobando sin pretenderlo que obtenemos mas de lo que damos.

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Foto del escritor: VAALVAAL

Para vivir en paz necesitamos aprender a ser más indulgentes con nosotros mismos, y también a respetar nuestro derecho a no ser complacientes.


¿Cuántas personas crecen convencidas de que vulnerar las normas de la casa o incomodar a los padres les convierte en una persona despreciable que no merecen el aprecio de los demás???


¿Cuántos al no sentir querer estudiar lo que la familia desea, nos hace sentir culpables dispuestos a pagar un castigo por ello?? Culpabilidad que se hará presente en el día a día.

En las relaciones de pareja hacer lo posible por no molestar a nadie, al precio del silencio y la sumisión. En el trabajo, la inseguridad sobre su valía le acosaba, estar convencidos de ser responsables de cualquier cosa que sale mal.






Distorsiones del Pensamiento

1. Personalización o tendencia a atribuirse la responsabilidad directa de los estados de ánimo ajeno: "He decepcionado a todo el mundo"


2. Magnificación de las consecuencias y etiquetación personal negativa: "Mi falta de sensibilidad ha causado todo"


3. Razonamiento emocional: "Me siento culpable del disgusto de mis padres, luego lo soy, y debo de pagar por ello".


Aprender a repetirse sus derechos: a decir no; a actuar con independencia del parecer de los demás; a no tener en cuenta las opiniones ajenas; a seguir el propio camino, a un a riesgo de equivocarnos.





Educar sin Culpabilizar

En la construcción psicológica de un niño, la consciencia de falta de error es indispensable, pues prueba que a aprendido a comprender y aceptar los límites y las leyes, pero no puede adquirirla sin la ayuda de los adultos para que le expliquen, le corrijan y le enseñen a respetarlos.

¿Cómo conseguir que los hijos tengan consciencia de los límites sin llenarles de remordimiento?


*Podemos ser culpables de nuestros actos, pero jamás de nuestros deseos y pensamientos. Comprender que tener un pensamiento o sueño terrible, no me hace una persona terrible


*No hay que confundir a las personas con sus actos. Hay que reprobar el acto, no a la persona.


*Desterrar el chantaje afectivo. Frases como: "Me haces sufrir" o "Mira que triste estoy por tu culpa"; generan una culpa inútil, pues no debe responsabilizarse de sus actos, no del estado de ánimo que provoque en los demás.

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