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Foto del escritor: VAALVAAL

Vivimos en un mundo de abundancia material y pobreza de lo básico: coraje, entrega, amor incondicional... Hasta que descubrimos el tesoro que significa ser uno mismo




La única forma de relación sana con los otros es la autenticidad, el respeto y la coherencia. muchas otras capacidades que se disfrazan de habilidades sociales no son más que fruto de la actual sociedad de la apariencia. Sirven para acumular poder y dirigir grupos de personas, pero no para encontrar y entregar afecto y apoyo.

La adversidad forma parte de la vida y aún así nos sigue frustrando cada vez que nos topamos con ella, ya que la valoración "malo" o "bueno" es demasiadas veces excesiva. Los hechos de la vida son azarosas, unas veces buenos, otras neutros y en ocasiones malos. Deberíamos comprender que es imposible estar siempre bien y aceptar lo irremediable o lo que no podemos solucionar.

Desarrollamos angustia, ansiedad, porque necesitamos sentirnos seguros en un mundo que esta repleto de incertidumbre. Es una utopía (porque todo es posible y nada es seguro) pero el ego lo intenta una y otra vez.

Detrás de la ansiedad está el miedo a la nada, a no ser, a no existir. El hombre percibe su vulnerabilidad y fragilidad a través de emociones, que le recuerdan sin palabras que es débil y efímero. La ansiedad puede ser un estímulo para la vida y no una carga.

La esperanza puede ser verdadera o falsa. La falsa comienza por un intento absurdo de asegurar en un mundo inseguro. La segunda implica aprender a esperar siempre, incluso cuando no queda apenas posibilidad.

Siempre que se hace algún tipo de entrega personal, se hace algún tipo de renuncia. Para dar, es cierto que hay que tener. No se puede dar si no se tiene. Tenemos miedo a sufrir, las personas se han hecho intrascendentes, pero es un error porque la vida primero es sobrevivir, luego vivir, más tarde convivir y hacer un arte de la convivencia, después crear, hacer un arte del crear y trascender (dejar algo) Sin embargo, muchos no pasamos de SOBREVIVIR.


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Por: Psicología Práctica



¿Desengañado de la vida? ¿No será que le pides demasiado? Madurar significa valorar la realidad en su justa medida. Adapta tus expectativas a ella y ¡fuera el desencanto! Veras lo que debes esperar de la gente y lo que no






Muchos pueden ser los motivos de decepción y es normal sufrirla, incluso en varias ocasiones, a lo largo de la vida: una promesa incumplida, la ruptura de un amor, un trabajo mal logrado, un timo, un viaje programado durante todo el año que sale mal…¡nos sentimos derrotados! Pero, pasado un tiempo, recuperamos fuerzas y volvemos a tener ilusión. Por supuesto, no es lo mismo la traición de un amigo, que el disgusto por la mala calidad de unos zapatos de catálogo. El primer caso requiere un proceso de recuperación que en el segundo es casi inmediato. Las personas inmaduras o con tendencia a endiosar e idealizar personas, cosas y circunstancias se llevan mas batacazos: “no creo en el amor”, “no tengo suerte”, “todo me sale mal”…



Cuidado con las expectativas


Las expectativas son ideas preconcebidas, esperanzas, ilusiones sobre lo que se entiende que debe ser algo o alguien. Para evitar la decepción, las expectativas no deben superar las posibilidades.

El hecho de vernos desbordados o no por nuestras expectativas dependen de nuestra forma de ser, en la que confluyen la educación sentimental, los referentes familiares, los avatares personales, el estilo de vida, las creencias y las ideas, entre otras cosas. Por ejemplo, las personas demasiado dependientes suelen sufrir en sus relaciones sociales, porque exigen demasiado a los amigos, vecinos y conocidos.

Tienden a idealizar a cualquiera que les tienda una mano. Piensan que les tendrán para siempre cuando, quizás solo se trate de una relación circunstancial. Y en el momento en que el otro no responda cuando y como ellos quieren, aparecerá la decepción.

Lo mismo ocurre cuando alguien padece una carencia afectiva: tiende unos lazos de unión que, al romperse, provocan una enorme frustración y un malestar sobredimensionado.



Cuando ponemos todo nuestro empeño en conseguir un objetivo y fracasamos, nos sentimos autodecepcionados. En cierto modo, cambia la opinión que tenemos acerca de nosotros mismos. Si este sentimiento se da en repetidas ocasiones en la vida, la autoestima puede tambalearse y, con ella, nuestra seguridad psíquica, lo que frena la conducta. Sin embargo, una autodecepción el moderada puede ser positiva: nos enseña a evitar cometer los mismos errores, y por el camino práctico, es un excelente revulsivo para proyectar el ánimo hacia la superación personal.


El problema viene cuando la autodecepción se integra psicológicamente de forma negativa, produciéndonos un bloqueo. Después de un fallo, algunas personas se convencen de su poco valor y optan por abandonar toda su lucha: el fracaso se interpreta como definitivo.

En el campo de las relaciones afectivas es donde mas decepciones se cultivan. El proceso de idealización toma como referencia las figuras heredadas de los padres. Elegir mal o a ciegas en el ideal de hombre que hizo feliz a su madre, y no lo encuentra, vivirá permanentemente frustrada. También podría ocurrir que se encandilara con alguien muy diferente y le exigiera ser como ella espera. Endiosar a un hombre o intentar cambiarle, puede llevarnos a desconocerle profundamente.


Cuando experimentamos la frustración, solemos proyectarla sobre el objeto que nos niega la satisfacción. Esta proyección (tomar algo que esta en nosotros y verlo como ajeno, para quitarnos responsabilidad) interviene en todo proceso de percepción. Solo la experiencia nos permite regularla correctamente.

Cuando creamos unas determinadas expectativas con respecto a una persona y no las cumple, nos sentimos profundamente decepcionados, y entonces surge la tendencia de culpar a esa persona del fracaso, cuando en realidad, el error siempre fue nuestro.

Los ideales pueden ser un motor… o una trampa. Ocurren cuando nos obsesionan demasiado y se hacen rígidos como piedras. Los psiquiatras lo llaman idealopatía. El yo ideal (según los psicoanalistas) designan la visión tiránica de nuestra voluntad. Para curarse de un ideal excesivo, el mejor modo no es ni siquiera alcanzarlo. Como decía Oscar Wilde: “Hay dos dramas en la vida de un hombre: no conseguir lo que desea, y conseguirlo”. La toma de conciencia de nuestros ideales, ocultos a veces, es el primer paso para flexibilizarlos.


Cada uno puede verse decepcionado por diversas circunstancias de la vida, es normal. Pero no lo es cuando sentimos la decepción como una constante en la vida.



Sufridor patológico:

  1. Se vuelve poco objetivo: es el único y principal responsable de todo lo malo que sucede.

  2. Tiene afán de protagonismo: se siente el centro de un mundo injusto que no le comprende.

  3. Va de fracaso por la vida: es incapaz de ver sus éxitos

  4. Es extremista en su forma de pensar: todo o nada

  5. Carece de empuje: un fracaso significa el fin, no hay ninguna posibilidad de arreglo.

  6. Se convierte en enemigo social: ve a todas las personas como competidores aventajados.

  7. Es infeliz: siempre hay razones.

En las personas poco maduras suele haber un desfase entre lo real y lo imaginario. Por eso no cumplen el principio de realidad (que nos permite aceptar las circunstancias y a las personas tal y como son, incluidos nosotros mismos). Cuando uno está enamorado, la imaginación vuela, pero es muy llamativa la capacidad de inventar situaciones de las personalidades infantiles: se niegan a ver los defectos, piensan que pueden cambiar al otro, esperan siempre lo mejor por parte de su pareja, además de sus planes de futuro suelen ir mas a prisa que el propio proceso de crecimiento de la relación.


Seguridad emocional

  1. Nada mas y nada menos que la seguridad en ti mismo y:

  2. Dirigir tu vida sentimental sin depender de nadie.

  3. Vivir de acuerdo con tus deseos y sostenerte haciendo uso d ¿Quieres agregar un título a esta imagen? Haz clic en el ícono de Configuración. e tus propios recursos.

  4. Poder experimentar un amplio abanico de emociones (desde la desesperación y la rabia hasta la alegría y el amor), sin temor a imperativos propios o ajenos.

  5. Disfrutar de tus logros, por pequeños que sean.

  6. No necesitar compararte con la gente que te rodea.




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